Con la pesadumbre aun de la angustiosa mañana en los ojos, la señora Quiñones se encuentra de pie con su taza de café. Se le comprime el pecho, quiere gritar pero no puedo. Un grito, un grito ahogado, el aullido que reprime, que no tiene la fuerzas para salir y liberarse. El gemido que se silencia al ver los ojos de Alfredo y re-conocerse. Esta historia que se repite todas las mañana; esta mañana. Que comienza apenas entran los primeros rayos de luz por la umbrosa ventana por donde se cuela el mido. Ese miedo al despertar. Al abrir los ojos y ver esta realidad, que envuelve, que asfixia y petrifica. Abrir los ojos y ver que este hogar, el hogar del matrimonio Quiñones se ha convierte en una ratonera donde han entrado ciegamente. Miedo, ese miedo que siente Hamlet al ver que todo esta podrido en Dinamarca, ese miedo que siente Kafka al despertar siendo un insecto, encerrado en su hogar. Y el miedo se transforma en horror. El horror que nos orilla a saltar al abismo y no ver otro amanecer.
Zamora 7 col. Condesa
(a una cuadra del metro chapultepec)
