miércoles, 15 de junio de 2011

Antes del desayuno / Milenio Diario por Alicia Quiñones

Maldito Amor

2011-06-11
Teatro/ Suplemento - Laberinto

La señora Quiñones me sorprende esa noche con un atuendo extraño: un vestido verde, holgado, y un pañuelo en la cabeza que ajusta a cada rato, lo aprieta fuerte, como si detuviera la ira, los malos pensamientos o las ganas de matar. Su juventud quedó atrás, me quedaba claro, su esplendor se perdió con el paso del tiempo. Casi nadie se percata, menos la señora Quiñones, de cómo los años menguan los sueños.

La señora Quiñones siempre me fue familiar, debo reconocerlo, o quizá lo que me indicaba esa familiaridad fue un gesto que me identificó con ella. El gesto era el de la derrota, o el de la tristeza, que son tan parecidos, y ella mejor que nadie sabe que tratar de ocultar la nostalgia es una tontería.

Escena de Antes del desayuno Foto: Erick Hernández


El tiempo ha pasado y el deseo que la señora tenía de comerse el mundo cuando era universitaria se desgajó mientras soñaba con enamorarse. El amor entierra todo, piensa. El amor es oscuridad, lo confirma a cada momento. El amor es el laberinto donde extravió todo: su dinero, sus sueños de escritora, de mujer; perdió el tiempo, piensa, tratando de construir un matrimonio, por responder a una convención social.

La señora Quiñones no ha salido de su casa en un buen tiempo. Lleva un rato sentada en la pequeña mesa de madera, donde hay un pan duro y una taza de té rellena de agua. Su pasatiempo favorito es pensar por qué permitió esa relación que le destruyó la vida. Ahora ella ya no tiene nada qué perder, salvo dos cosas que la sostienen: Alfredo y la vida, una vida a medias.

La señora Quiñones me mira triste desde su escenario. Me cuenta su historia mientras le doy la razón y pienso que he sentido lo mismo que ella.

La señora es casi un invento. No es propiamente una fantasía, más bien es un reflejo. Es el personaje central de Eugene O’Neill en Antes del desayuno, una pieza desgarradora, realista, donde se enfrentan las ganas de morir con el deseo de alcanzar el ideal del amor.

Con dos personajes en escena —Alfredo (Ammen Rodrigo) y la señora (Itari Marta)—, la historia, donde O’Neill nos presenta a una pareja cuya cotidianidad y violencia los lleva a la muerte, se cuenta desde la voz de ella.

Viven en un cuarto pequeño —ubicado originalmente en el Greenwich Village de Nueva York—, donde él, un hombre desempleado, se mantiene en el baño y en silencio, como un refugio de la furia de su mujer. En pocas palabras, esta historia habla de lo que sucede cuando los sueños se estrellan con la realidad.

Dirigida por Juan Carlos Cuellar, Antes del desayuno estrena su tercera temporada en el Foro Shakespeare. El director, dramaturgo y actor mexicano, logra retratar esa desesperación de la pareja, y el perfil que O´Neill hace de la señora Quiñones. Premio Nobel de Literatura 1936, O´Neill tenía una fijación por crear personajes femeninos, como lo demuestra en esta pieza mientras critica las convenciones sociales, aquellas que para el dramaturgo neoyorquino nunca serán prueba ni demostración de lo que asumimos como felicidad.

Toda convención social y moral es un espejismo.

La puerta estrecha se ha cerrado.


Alicia Quiñones • lapuertaestrecha1@gmail.com


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